PRESENTÓ SU CUARTO DISCO SOLISTA. EL CAMINO QUE VUELVE ES EL CAMINO QUE VA POCOS DÍAS DESPUÉS DE ESCUCHAR EL CUARTO DISCO SOLITA DEL EX – REDONDITOS, ALFREDO ROSSO DECIDIÓ IR A VERLO PARA CHARLAR. Y LO ACOMPAÑARON PIPO LERNOUD Y MARCELO FERNÁNDEZ BITAR.
No puedo sacarme de la cabeza la imagen de Skay, Poli y un amigo-baqueano atravesando el polvo del desierto sub-sahariano en un viaje que atraviesa el espacio pero también el tiempo.
Las flautas y los tambores hipnóticos de La Luna en Fez, el tema que desata el nuevo álbum de Skay, son una banda sonora hacia el misterio.
En algún momento de ese desierto, aquel hueso que tiraba al aire el mono de 2001, Odisea del espacio todavía está girando y no terminamos de darnos cuenta que- en nuestro vertiginoso viaje del fuego al microchip –las pulsiones animales ancestrales que nos ligan a los vientos, a las arenas y al cosmos, siguen allí agazapadas, mirando con un dejo entre sorprendido y burlón a ese mono que se esmera en tapar su desnudez con sofisticaciones civilizada y preguntándole : “¿Adónde vas?” “Fue un viaje de esos que sin lugar a dudas te dejan marcado- explica Skay- porque de movida lo que se produce es un choque entra las culturas de Occidente y de Oriente.
El otro choque es entre el Primer Mundo (porque veníamos de España) y eso que te pasa al cruzar el estrecho. De repente estás en Marruecos, que en realidad es el Medioevo; están viviendo en otra época”.
Cae la tarde sobre su casa palermitana. El café y las tortas estrechan la bonhomía. Ruido de cucharas, puertas de anaquel de cocina que se cierra y las voces de Pipo, Bitar, Poli, Skay y la mía que se entrecruzan en acentos amables. Afuera, la luz del ocaso enfatiza el verde de las hojas multiformes.
Es un jardín tupido donde no me molestaría en absoluto perderme en alguna lectura épica, reposera mediante. Asocio desierto y jungla, extremos opuestos de un escenario al que, pensándolo bien, nunca dejamos atrás como especie; sólo le cambiamos la escenografía.
La visita a Marruecos vino después de la gira que llevó a la banda por España, en febrero de este año y tiene que ver mucho con la fascinación que Skay tiene por la música de Medio Oriente y por sus instrumentos. Nos muestra unas flautas que se trajo, con cuerpo finito, que terminan en un cuerno, vaya uno a saber de qué animal. “Estuvimos unos días en FEZ y después fuimos para el lado del desierto hacia Merzouga, una población que tendrá unos trescientos habitantes.
Después viene el desierto, la nada. Y nos agarró la famosa tormenta de arena…. Recorrimos muchos lugares- de algunos no recuerdo los nombres- y terminamos en Marrakesh. Lo que más me gustó fue Fez, porque cuando llegamos estaban conmemorando los mil doscientos años de la ciudad.
Y siguen viviendo igual. La parte de la Medina, que la llaman la ciudad vieja sigue amurallada. Ahí viven trescientas mil personas y no entran vehículos. Los únicos vehículos son los burros. La gente sigue trabajando de manera artesanal, no hay industria. Y hay un profundo sentido religioso, que es una de las grandes diferencias con Occidente. Cada cuatro horas dejan lo que están haciendo y se van a rezar a las casas o a las mezquitas. Desaparecen todos.
Y al rato, a los quince minutos los tenés de nuevo, un bullicio de gente, de color, de ruido, de olores. Hay muchos puestos callejeros donde podés conseguir música. La industria y el pop se han metido con los sonidos tradicionales, así que tienen, por ejemplo, esa mezcla de música marroquí con sintetizadores. Las percusiones siguen siendo alucinantes porque toda la base percusiva de ellos es muy rica”
Aunque Skay no se trajo ninguna de esas guitarras exóticas marroquíes, el sonido ondulante del África árabe encontró rápidamente su lugar en ¿Dónde vas?, aunque Luna en Fez no haya sido el primer tema en ser compuesto.
“Apareció después- admite – y en realidad para mi componer es terapéutico: me hace bien. Se me ocurre una idea y ya de alguna manera trato de convertirla en tema. Y cada tanto voy haciendo una selección de las cosas que más me gustan.
Primero trabajo aquí en casa, solo y hago como si fuesen los borradores de los temas. Después termino de componer en el estudio, cuando ya sé los temas en los que voy a trabajar. Pero voy fresco al estudio: no tengo comienzos, no tengo finales… Tengo en mi cabeza la impronta, el desarrollo. Pero los sonidos los voy trabajando de a poco, buscando el color que más me gusta y viendo cómo interactúa un sonido con otro.
Mi manera de trabajar es un poco atípica, porque entro al estudio y empiezo a grabar todo solo: meto una batería electrónica para darle la estructura, meto las guitarras , un bajo y una voz de referencia, un teclado…Entonces, por supuesto, les paso las ideas de los músicos y ellos se las llevan y las trabajan y hacen su aporte. Pero ya están trabajando sobre algo concreto. Igual después volvemos a ver el tema como una totalidad, a replantearlo…”
Con Pipo intercambiamos un guiño cómplice al hablar del tema En el camino. Un título referencial para la generación de la contracultura; de inmediato surge la asociación con el libro On the road de Jack Kerouac, un viaje al compás del ruido de rotas cadenas, ebrios de libertad, camino, amigos, olores y sensaciones. Por su parte, la letra de la canción de Skay no tiene pelos en la lengua: “Aunque me quisieron adiestrar/nunca me pudieron domesticar//extranjero en el redil/ el rebaño abandoné…”
“En realidad – cuenta- en un momento pensamos casi contar las historias de un viaje, y eso de alguna manera está planteado en todo el disco: un tipo que sale a buscar su propio destino y recorre diferentes territorios. El primer tema iba a ser justamente En el camino, donde el personaje decide desafiar al destino y emprender su propia historia, su propia búsqueda. Cuando lo planteamos con Poli tuvimos que abrir esa puerta: ¿Por dónde empezaría el relato?”
- Todo el disco ¿Dónde vas? Tiene esa impronta de búsqueda, de exploración. Y hacía mucho que nadie aludía al rebaño. Cuando la contracultura hablaba del rebaño, hace cuarenta años, ese rebaño era mucho más chico. Ahora hay una sensación de rebaño flotante que es muy seria.
- El álbum pasa por diferentes territorios. Hay una frase que me encanta y que dice: “Uno está allí adonde están sus pensamientos”. La vez pasada estuve con Miguel Grinberg y me pasó una recopilación de textos de la época de su revista Eco Contemporáneo, Visionarios Implacables.
Hay que ver la potencia que tiene todos esos artículos juntos. Eso es algo que hoy noto que falta, porque hay cosas interesantes, pero está todo como atomizado. Las cosas no están nucleadas en una búsqueda, esa sensación que antes percibíamos como una tribu. Porque cuando las cosas se juntan ¡tienen un gran poder! Quizás tenga que ver con eso del rebaño, porque en esos textos está planteado todo el tiempo.
- Los contenidos mediáticos están cada vez más polarizados y uno se pregunta: “¿Dónde estoy yo en todo eso?”, “¿Dónde está mi búsqueda?”, “¿Qué siento yo realmente?” Estas cuestiones están presentes en todo el disco.
- Claro, incluso desde la pregunta del título, ¿Dónde vas? Por un lado es una invitación a un recorrido, pero también es una invitación a la perfección. ¿Dónde vamos? ¿Qué hacemos con nuestra vida, con nuestra existencia? Y encima está el reloj del tiempo. El tiempo pasa y cuando te quisiste dar cuenta, ya se fue todo…
- Es genial que el reloj de arena de la tapa sea real, no un dibujo
- Eso es una obra maestra del maestro Rocambole. Yo tengo una fe ciega en el Mono; tenemos una conexión que funciona. LE paso los temas, algunos terminados, otros no. Algunos con letra, otros no.
Tenemos charlas, vemos por dónde andamos, cuáles son las inquietudes, qué imagino para el disco, si ya tengo título… Y generalmente el título no lo tengo, aparece siempre al final (risas)… porqué no sé de que se trata. Pero en este caso vimos que había muchas referencias a viajes.
Uno de los títulos, posibles fue Bitácora, un libro de viajes. Y en un momento dado Poli dice: “¿Dónde vas?”. Y al Mono le cayó la moneda y cuando apareció con la imagen del reloj de arena fue como si se completara la pregunta. El tiempo es crucial en esa pregunta de dónde vas, hacia dónde estás orientando tu vida…
- Sólida personalidad
- Una de las primeras cosas que impactan de ¿Dónde vas?, el cuarto disco de Skay, es la sólida personalidad del álbum como un todo y también la fuerza individual de las canciones. Tras un cuarto de siglo compartiendo la responsabilidad de pilotear el gran barco de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, guitarra en ristre, no debió haber sido sencillo soltar amarras en nuevo proyecto.
Quizás esta misma asociación marítima pasó por su cabeza cuando, en 2002, inició esta nueva etapa con A través del Mar de los Sargazos. La alusión no era gratuita. Esa zona del Atlántico norte, donde el plancton, y las algas forman verdaderos bosques en la superficie del mar, fue en otros siglos una seria barrera para la navegación.
Y el obstáculo más obvio que debía enfrentar Skay eran las comparaciones con su vieja banda, ésa misma que marcó a fuego a toda una generación. Esto Skay lo sabía y se tomó su tiempo para forjarse una identidad musical propia y distintiva, que ya se atisbaba en aquel disco primerizo en el fervor épico de Gengis Khan y en el rictus melancólico de Astrolabio.
Talismán, del 2004 y La Marca de Caín, editado en el 2007, apuntalaron aún más la personalidad de Skay, y acuñaron nuevos clásicos, reclamados a viva voz en los recitales por las huestes ricobeilinsonescas; temas como El Golem de Paternal, ¿Dónde estás?, Ángeles caídos y Arcano XIV.
El bonus extra de ¿Dónde vas?, sin embargo, es el rango de su diversidad estilística, y la categórica evidencia que Skay encontró definitivamente su voz, en más de un sentido: “Creo que eso tiene que ver con el hecho de estar más seguro y de haber encontrado mi manera de expresarme.” Y agrega, con una sonrisa pícara que enmascara cierto rubor: “Creo que estoy cantando mejor…”
La empatía con sus compañeros del grupo – Oscar Reyna en guitarra, Claudio Quartero en bajo, Javier Lecumberry en teclados y el Topo Espíndola en batería- se percibe sobre el escenario del estadio Malvinas Argentinas donde, para utilizar un lugar común picotero, el infierno está verdaderamente encantador.
Hay una niebla perceptible que emana del fervor humano hecho vapor; en la zona que rodea el escenario, el quinteto no da tregua. Algunas sutilezas de las canciones se sacrifican en aras del dios Watt, pero cada flecha temático-emocional llega a destino, porque la muchedumbre le ofrenda sus pechos generosos. Es una celebración que no conoce de géneros ni edad: tribus suburbanas, parejitas que cantan a dúo y familias al completo. Para todos este armisticio con las formas más hostiles del allá y afuera toma la forma de un ritual catártico.
En ¿Dónde vas?, esa energía sinérgica de los Seguidores de la Diosa Kali ha soltado a Skay para tirar pinceladas que visten los temas con colores inesperados, como el sonido simil theremin de Tarde de lluvia, que inyecta un vaho de misterio en una querible viñeta urbana a la que Skay describe como “casi un homenaje al trío Manal.
Lo curioso es que lo compuse un día radiante, a las tres de la tarde, lo cual me llevó a reflexionar que, en realidad, lo que uno hace es reconstruir el mundo interno. Había un solazo afuera pero yo empecé a tocar esa guitarra y bueno, entré en una tarde de lluvia en el doque.”
La alusión a Manal no es gratuita, ya que en muchos temas de ¿Dónde vas? Subyace el barniz urbano-existencialista de las mejores obras de Javier Martínez. Desde su ritmo destacado a su letra descarnada, Territorio Caníbal transmite la angustia de sentirse un extraño entre congéneres. Una sensación como la de entrar en un vagón de subte y ver caras serias, hostiles.
Tal vez sedientas de amor, como dice el tema. Skay: “La cultura nos está llevando a que la humanidad termina siendo sólo cuerpos. Hay un culto a cuerpo, al envase digamos. Entonces el tipo despierta un día y dice: “¿Dónde estoy? Cuerpos por todos lados… En un cajón hay cuerpos, en la heladera hay cuerpos… (Risas). El tipo queda obsesionado con esa mirada, ¿no?”.
Inevitablemente, la charla vuelve a la necesidad de restablecer una espiritualidad cotidiana, como la que Skay detectó en el viaje a Marruecos. ¿Cómo ve la falta de espiritualidad acá?. “Para entender la cosa- dice- en un contexto más general, sin embargo, me remontaría al norte de Argentina, a Tilcara y ese tipo de lugares. Porque hay gente allí que vive su vida desde otra mirada, desde otra comprensión, que no están detrás del consumo por más que estén tratando de meterse, pero hay otra comprensión, otra mirada.
Yo veo en general las ciudades, sobre todo de Occidente, y estamos todos atrapados en un mecanismo de deseo, de estímulo, de consumo, frustración, ruido, barullo, confusión. Lo que me asombró en Marruecos es ver que hay gente que asume su vida desde otro nivel, reconociendo que hay algo superior a sus propios deseos, a sus propias mezquindades.
Aunque sea una idea, si querés fantasiosa de Dios, no sé, pero hace que hasta sus relaciones se establezcan de una manera diferente. El hecho de recogerse interiormente cinco veces al día, todos los días, eso ya hace una diferencia”.
Le digo a Skay que Aplausos en el cosmos me hizo acordar a Maya de Incredible String Band, porque el tema de Robin Williamson concibe al mundo como un gigantesco barco donde están todas las profesiones y los personajes de la historia de la humanidad, desde Jesús hasta Hitler.
Otra vez la imagen del barco, que en este caso tiene un viaje atribulado en el mar calmo del espacio. En Aplausos en el cosmos también estamos incluidos todos, héroes y poetas, tiranos y oprimidos, formando parte del plan universal.
“Ese tema está inspirado, de alguna manera en una visión del escritor y ensayista francés. Michel Houellebecq. Yo leí su libro Las particularidades elementales y me gustó la descripción que hace. Ve a la humanidad como una especie conflictiva, sufriente, torpe, capaz de hacer las atrocidades más inimaginables, pero que al mismo tiempo, a pesar de todo eso, nunca dejó de creer en la bondad y en el amor.
Entonces, cuando jugábamos con Poly con la música del tema, nos parecía ver a esa imagen de la humanidad subiendo una montaña como un ejército de gente sufriente…”
- ¿Pensás que el rock, como cultura, está respondiendo a estos nuevos desafíos?
- Creo que el rock quedó atrapado dentro de la industria. Me parece una de las cosas más desgraciadas, porque el rock como cultura prometía convertirse en una bisagra. Me parece que hoy hace falta volver a conformar esa tribu, ese lugar en el que todos podamos abrevar para inspirarnos, para ayudarnos, para animarnos a dar un paso más grande. Creo que hay muchísimos indicadores de cosas que están pasando, pero están desarticulados.
Ojalá aparezca algún milagro que nos permita reencontrarnos, cada uno desde sus lugares. Yo no sé hacer otra cosa mejor que música, así que lo estaré haciendo desde acá; ustedes como escritores… cada uno desde su lugar. Me parece que nos hace falta esa mirada que nos englobe a todos, que nos permita proyectarnos un poco”.
Por Alfredo Rosso
Fuente: Revista La Mano
Más información: info@revistalamano.com
No puedo sacarme de la cabeza la imagen de Skay, Poli y un amigo-baqueano atravesando el polvo del desierto sub-sahariano en un viaje que atraviesa el espacio pero también el tiempo.
Las flautas y los tambores hipnóticos de La Luna en Fez, el tema que desata el nuevo álbum de Skay, son una banda sonora hacia el misterio.
En algún momento de ese desierto, aquel hueso que tiraba al aire el mono de 2001, Odisea del espacio todavía está girando y no terminamos de darnos cuenta que- en nuestro vertiginoso viaje del fuego al microchip –las pulsiones animales ancestrales que nos ligan a los vientos, a las arenas y al cosmos, siguen allí agazapadas, mirando con un dejo entre sorprendido y burlón a ese mono que se esmera en tapar su desnudez con sofisticaciones civilizada y preguntándole : “¿Adónde vas?” “Fue un viaje de esos que sin lugar a dudas te dejan marcado- explica Skay- porque de movida lo que se produce es un choque entra las culturas de Occidente y de Oriente.
El otro choque es entre el Primer Mundo (porque veníamos de España) y eso que te pasa al cruzar el estrecho. De repente estás en Marruecos, que en realidad es el Medioevo; están viviendo en otra época”.
Cae la tarde sobre su casa palermitana. El café y las tortas estrechan la bonhomía. Ruido de cucharas, puertas de anaquel de cocina que se cierra y las voces de Pipo, Bitar, Poli, Skay y la mía que se entrecruzan en acentos amables. Afuera, la luz del ocaso enfatiza el verde de las hojas multiformes.
Es un jardín tupido donde no me molestaría en absoluto perderme en alguna lectura épica, reposera mediante. Asocio desierto y jungla, extremos opuestos de un escenario al que, pensándolo bien, nunca dejamos atrás como especie; sólo le cambiamos la escenografía.
La visita a Marruecos vino después de la gira que llevó a la banda por España, en febrero de este año y tiene que ver mucho con la fascinación que Skay tiene por la música de Medio Oriente y por sus instrumentos. Nos muestra unas flautas que se trajo, con cuerpo finito, que terminan en un cuerno, vaya uno a saber de qué animal. “Estuvimos unos días en FEZ y después fuimos para el lado del desierto hacia Merzouga, una población que tendrá unos trescientos habitantes.
Después viene el desierto, la nada. Y nos agarró la famosa tormenta de arena…. Recorrimos muchos lugares- de algunos no recuerdo los nombres- y terminamos en Marrakesh. Lo que más me gustó fue Fez, porque cuando llegamos estaban conmemorando los mil doscientos años de la ciudad.
Y siguen viviendo igual. La parte de la Medina, que la llaman la ciudad vieja sigue amurallada. Ahí viven trescientas mil personas y no entran vehículos. Los únicos vehículos son los burros. La gente sigue trabajando de manera artesanal, no hay industria. Y hay un profundo sentido religioso, que es una de las grandes diferencias con Occidente. Cada cuatro horas dejan lo que están haciendo y se van a rezar a las casas o a las mezquitas. Desaparecen todos.
Y al rato, a los quince minutos los tenés de nuevo, un bullicio de gente, de color, de ruido, de olores. Hay muchos puestos callejeros donde podés conseguir música. La industria y el pop se han metido con los sonidos tradicionales, así que tienen, por ejemplo, esa mezcla de música marroquí con sintetizadores. Las percusiones siguen siendo alucinantes porque toda la base percusiva de ellos es muy rica”
Aunque Skay no se trajo ninguna de esas guitarras exóticas marroquíes, el sonido ondulante del África árabe encontró rápidamente su lugar en ¿Dónde vas?, aunque Luna en Fez no haya sido el primer tema en ser compuesto.
“Apareció después- admite – y en realidad para mi componer es terapéutico: me hace bien. Se me ocurre una idea y ya de alguna manera trato de convertirla en tema. Y cada tanto voy haciendo una selección de las cosas que más me gustan.
Primero trabajo aquí en casa, solo y hago como si fuesen los borradores de los temas. Después termino de componer en el estudio, cuando ya sé los temas en los que voy a trabajar. Pero voy fresco al estudio: no tengo comienzos, no tengo finales… Tengo en mi cabeza la impronta, el desarrollo. Pero los sonidos los voy trabajando de a poco, buscando el color que más me gusta y viendo cómo interactúa un sonido con otro.
Mi manera de trabajar es un poco atípica, porque entro al estudio y empiezo a grabar todo solo: meto una batería electrónica para darle la estructura, meto las guitarras , un bajo y una voz de referencia, un teclado…Entonces, por supuesto, les paso las ideas de los músicos y ellos se las llevan y las trabajan y hacen su aporte. Pero ya están trabajando sobre algo concreto. Igual después volvemos a ver el tema como una totalidad, a replantearlo…”
Con Pipo intercambiamos un guiño cómplice al hablar del tema En el camino. Un título referencial para la generación de la contracultura; de inmediato surge la asociación con el libro On the road de Jack Kerouac, un viaje al compás del ruido de rotas cadenas, ebrios de libertad, camino, amigos, olores y sensaciones. Por su parte, la letra de la canción de Skay no tiene pelos en la lengua: “Aunque me quisieron adiestrar/nunca me pudieron domesticar//extranjero en el redil/ el rebaño abandoné…”
“En realidad – cuenta- en un momento pensamos casi contar las historias de un viaje, y eso de alguna manera está planteado en todo el disco: un tipo que sale a buscar su propio destino y recorre diferentes territorios. El primer tema iba a ser justamente En el camino, donde el personaje decide desafiar al destino y emprender su propia historia, su propia búsqueda. Cuando lo planteamos con Poli tuvimos que abrir esa puerta: ¿Por dónde empezaría el relato?”
- Todo el disco ¿Dónde vas? Tiene esa impronta de búsqueda, de exploración. Y hacía mucho que nadie aludía al rebaño. Cuando la contracultura hablaba del rebaño, hace cuarenta años, ese rebaño era mucho más chico. Ahora hay una sensación de rebaño flotante que es muy seria.
- El álbum pasa por diferentes territorios. Hay una frase que me encanta y que dice: “Uno está allí adonde están sus pensamientos”. La vez pasada estuve con Miguel Grinberg y me pasó una recopilación de textos de la época de su revista Eco Contemporáneo, Visionarios Implacables.
Hay que ver la potencia que tiene todos esos artículos juntos. Eso es algo que hoy noto que falta, porque hay cosas interesantes, pero está todo como atomizado. Las cosas no están nucleadas en una búsqueda, esa sensación que antes percibíamos como una tribu. Porque cuando las cosas se juntan ¡tienen un gran poder! Quizás tenga que ver con eso del rebaño, porque en esos textos está planteado todo el tiempo.
- Los contenidos mediáticos están cada vez más polarizados y uno se pregunta: “¿Dónde estoy yo en todo eso?”, “¿Dónde está mi búsqueda?”, “¿Qué siento yo realmente?” Estas cuestiones están presentes en todo el disco.
- Claro, incluso desde la pregunta del título, ¿Dónde vas? Por un lado es una invitación a un recorrido, pero también es una invitación a la perfección. ¿Dónde vamos? ¿Qué hacemos con nuestra vida, con nuestra existencia? Y encima está el reloj del tiempo. El tiempo pasa y cuando te quisiste dar cuenta, ya se fue todo…
- Es genial que el reloj de arena de la tapa sea real, no un dibujo
- Eso es una obra maestra del maestro Rocambole. Yo tengo una fe ciega en el Mono; tenemos una conexión que funciona. LE paso los temas, algunos terminados, otros no. Algunos con letra, otros no.
Tenemos charlas, vemos por dónde andamos, cuáles son las inquietudes, qué imagino para el disco, si ya tengo título… Y generalmente el título no lo tengo, aparece siempre al final (risas)… porqué no sé de que se trata. Pero en este caso vimos que había muchas referencias a viajes.
Uno de los títulos, posibles fue Bitácora, un libro de viajes. Y en un momento dado Poli dice: “¿Dónde vas?”. Y al Mono le cayó la moneda y cuando apareció con la imagen del reloj de arena fue como si se completara la pregunta. El tiempo es crucial en esa pregunta de dónde vas, hacia dónde estás orientando tu vida…
- Sólida personalidad
- Una de las primeras cosas que impactan de ¿Dónde vas?, el cuarto disco de Skay, es la sólida personalidad del álbum como un todo y también la fuerza individual de las canciones. Tras un cuarto de siglo compartiendo la responsabilidad de pilotear el gran barco de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, guitarra en ristre, no debió haber sido sencillo soltar amarras en nuevo proyecto.
Quizás esta misma asociación marítima pasó por su cabeza cuando, en 2002, inició esta nueva etapa con A través del Mar de los Sargazos. La alusión no era gratuita. Esa zona del Atlántico norte, donde el plancton, y las algas forman verdaderos bosques en la superficie del mar, fue en otros siglos una seria barrera para la navegación.
Y el obstáculo más obvio que debía enfrentar Skay eran las comparaciones con su vieja banda, ésa misma que marcó a fuego a toda una generación. Esto Skay lo sabía y se tomó su tiempo para forjarse una identidad musical propia y distintiva, que ya se atisbaba en aquel disco primerizo en el fervor épico de Gengis Khan y en el rictus melancólico de Astrolabio.
Talismán, del 2004 y La Marca de Caín, editado en el 2007, apuntalaron aún más la personalidad de Skay, y acuñaron nuevos clásicos, reclamados a viva voz en los recitales por las huestes ricobeilinsonescas; temas como El Golem de Paternal, ¿Dónde estás?, Ángeles caídos y Arcano XIV.
El bonus extra de ¿Dónde vas?, sin embargo, es el rango de su diversidad estilística, y la categórica evidencia que Skay encontró definitivamente su voz, en más de un sentido: “Creo que eso tiene que ver con el hecho de estar más seguro y de haber encontrado mi manera de expresarme.” Y agrega, con una sonrisa pícara que enmascara cierto rubor: “Creo que estoy cantando mejor…”
La empatía con sus compañeros del grupo – Oscar Reyna en guitarra, Claudio Quartero en bajo, Javier Lecumberry en teclados y el Topo Espíndola en batería- se percibe sobre el escenario del estadio Malvinas Argentinas donde, para utilizar un lugar común picotero, el infierno está verdaderamente encantador.
Hay una niebla perceptible que emana del fervor humano hecho vapor; en la zona que rodea el escenario, el quinteto no da tregua. Algunas sutilezas de las canciones se sacrifican en aras del dios Watt, pero cada flecha temático-emocional llega a destino, porque la muchedumbre le ofrenda sus pechos generosos. Es una celebración que no conoce de géneros ni edad: tribus suburbanas, parejitas que cantan a dúo y familias al completo. Para todos este armisticio con las formas más hostiles del allá y afuera toma la forma de un ritual catártico.
En ¿Dónde vas?, esa energía sinérgica de los Seguidores de la Diosa Kali ha soltado a Skay para tirar pinceladas que visten los temas con colores inesperados, como el sonido simil theremin de Tarde de lluvia, que inyecta un vaho de misterio en una querible viñeta urbana a la que Skay describe como “casi un homenaje al trío Manal.
Lo curioso es que lo compuse un día radiante, a las tres de la tarde, lo cual me llevó a reflexionar que, en realidad, lo que uno hace es reconstruir el mundo interno. Había un solazo afuera pero yo empecé a tocar esa guitarra y bueno, entré en una tarde de lluvia en el doque.”
La alusión a Manal no es gratuita, ya que en muchos temas de ¿Dónde vas? Subyace el barniz urbano-existencialista de las mejores obras de Javier Martínez. Desde su ritmo destacado a su letra descarnada, Territorio Caníbal transmite la angustia de sentirse un extraño entre congéneres. Una sensación como la de entrar en un vagón de subte y ver caras serias, hostiles.
Tal vez sedientas de amor, como dice el tema. Skay: “La cultura nos está llevando a que la humanidad termina siendo sólo cuerpos. Hay un culto a cuerpo, al envase digamos. Entonces el tipo despierta un día y dice: “¿Dónde estoy? Cuerpos por todos lados… En un cajón hay cuerpos, en la heladera hay cuerpos… (Risas). El tipo queda obsesionado con esa mirada, ¿no?”.
Inevitablemente, la charla vuelve a la necesidad de restablecer una espiritualidad cotidiana, como la que Skay detectó en el viaje a Marruecos. ¿Cómo ve la falta de espiritualidad acá?. “Para entender la cosa- dice- en un contexto más general, sin embargo, me remontaría al norte de Argentina, a Tilcara y ese tipo de lugares. Porque hay gente allí que vive su vida desde otra mirada, desde otra comprensión, que no están detrás del consumo por más que estén tratando de meterse, pero hay otra comprensión, otra mirada.
Yo veo en general las ciudades, sobre todo de Occidente, y estamos todos atrapados en un mecanismo de deseo, de estímulo, de consumo, frustración, ruido, barullo, confusión. Lo que me asombró en Marruecos es ver que hay gente que asume su vida desde otro nivel, reconociendo que hay algo superior a sus propios deseos, a sus propias mezquindades.
Aunque sea una idea, si querés fantasiosa de Dios, no sé, pero hace que hasta sus relaciones se establezcan de una manera diferente. El hecho de recogerse interiormente cinco veces al día, todos los días, eso ya hace una diferencia”.
Le digo a Skay que Aplausos en el cosmos me hizo acordar a Maya de Incredible String Band, porque el tema de Robin Williamson concibe al mundo como un gigantesco barco donde están todas las profesiones y los personajes de la historia de la humanidad, desde Jesús hasta Hitler.
Otra vez la imagen del barco, que en este caso tiene un viaje atribulado en el mar calmo del espacio. En Aplausos en el cosmos también estamos incluidos todos, héroes y poetas, tiranos y oprimidos, formando parte del plan universal.
“Ese tema está inspirado, de alguna manera en una visión del escritor y ensayista francés. Michel Houellebecq. Yo leí su libro Las particularidades elementales y me gustó la descripción que hace. Ve a la humanidad como una especie conflictiva, sufriente, torpe, capaz de hacer las atrocidades más inimaginables, pero que al mismo tiempo, a pesar de todo eso, nunca dejó de creer en la bondad y en el amor.
Entonces, cuando jugábamos con Poly con la música del tema, nos parecía ver a esa imagen de la humanidad subiendo una montaña como un ejército de gente sufriente…”
- ¿Pensás que el rock, como cultura, está respondiendo a estos nuevos desafíos?
- Creo que el rock quedó atrapado dentro de la industria. Me parece una de las cosas más desgraciadas, porque el rock como cultura prometía convertirse en una bisagra. Me parece que hoy hace falta volver a conformar esa tribu, ese lugar en el que todos podamos abrevar para inspirarnos, para ayudarnos, para animarnos a dar un paso más grande. Creo que hay muchísimos indicadores de cosas que están pasando, pero están desarticulados.
Ojalá aparezca algún milagro que nos permita reencontrarnos, cada uno desde sus lugares. Yo no sé hacer otra cosa mejor que música, así que lo estaré haciendo desde acá; ustedes como escritores… cada uno desde su lugar. Me parece que nos hace falta esa mirada que nos englobe a todos, que nos permita proyectarnos un poco”.
Por Alfredo Rosso
Fuente: Revista La Mano
Más información: info@revistalamano.com
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