RADIO. MURIÓ HUGO GUERRERO MARTHINEITZ/NEGRO SILENCIO/EL ARTE DE LA RADIO EL RECONOCIDO LOCUTOR TENÍA 86 AÑOS; HABÍA COMENZADO SU CARRERA EN SU PERÚ NATAL Y TUVO UNA DILATADA CARRERA EN LA ARGENTINA; "A SOLAS" FUE SU PROGRAMA MÁS RECONOCIDO.
El locutor peruano Hugo Guerrero Marthineitz murió en Buenos Aires, a los 86 años.
Recordado por programas como A solas y Splendid show , Guerrero Marthineitz está considerado como uno de los locutores más improtantes de la radiofonía argentina.
Había iniciado su carrera en su Perú natal. Tras haber trabajado en Chile y Uruguay, se afincó en Buenos Aires, donde se convirtió en un locutor famoso y admirado por su particular voz grave y, especialmente, por su risa.
En julio, el "Peruano Parlanchín" había sido internado en un neuropsiquiátrico de Belgrano, en delicado estado de salud y con muy poco peso.
En sus últimos años, Guerrero Marthineitz había vivido con muy pocos ingresos y gracias a la ayuda económica de sus tres hijos.
Allegados al locutor, informaron que no se realizará velorio y que sus restos serán enterrados mañana a las 10.15 en el Cementerio de La Chacarita.
Algunas de sus frases célebres
-"Durante los 28 años que llevo de tareas radiofónicas, muchos de mis comentarios, que han sido sistemáticamente controlados por mí, sumamente controlados sin llegar a la autocensura, han caído mal a las autoridades pertinentes" (1983).
-"La última oferta que tuve para hacer un programa fue con la condición de que yo buscara los anunciantes. Me he cansado de llamar por teléfono" (2000).
-"Yo soy un loco de mierda que habla solo ante un micrófono. Fui y sigo siendo un mediocre que da examen todos los días" (2008).
-"Creo que hay que valerse de todos los medios multitudinarios de comunicación - rechazo la palabra masiva, que encuentro ofensiva y agraviante- para ayudar a comunicarse a la gente" (1977).
-"La TV se autoreprimió los primeros planos debido a un ridículo respeto hacia las arrugas de los artistas" (1982).
-"En nuestro mediocre medio televisivo todos son fracasados aunque sean estrellas, todos empezaron alguna carrera que hubieran deseado terminar. Yo estoy orgulloso de no tener ni la primaria completa" (1989).
-"¿Hasta cuándo vamos a seguir esquilmando la atención que nos dispensan quienes oyen radio, quienes miran televisión?" (1986)
-"Creo que no soy más agresivo que el que trata de difundir su bondad" (1977).
-"Hoy no tengo trabajo y llegué a dormir diez noches en la calle por el dinero que me deben" (2010).
-"Yo no soy una empresa. Soy un individuo que piensa... pero ojo, no sé si existo" (2007).-"Ser independiente en la Argentina es un peligro público. No hay nada que nos moleste más que ser independientes" (1988).
-"El atractivo de las ciudades es la ingratitud de la gente. No somos civilizados, somos humanos" (2007).
-"El mal de América Latina son los tres militares de turno que ponen en constante peligro a los gobiernos elegidos por el pueblo y que actúan apoyados por inescrupulosos civiles" (1982).
-"La clase media argentina fue una invención anticomunista" (2000).
-"Sería ególatra de mi parte si yo dijera que el gobierno no me respeta, porque el gobierno no respeta a nadie y es por eso que la gente se muere de hambre en las regiones más ricas de este país". (2008).
-"Recién ahora recuerdan que los indígenas son ciudadanos argentinos" (2009).
Fuente: diario "La Nación"
Más información: www.lanacion.com.ar
-------------------------------------------------
NEGRO SILENCIO
Se desdibuja en una radio improbable, escuchada de lejos, la voz del Negro Guerrero Marthineitz.
Sin contornos y sin formas, su manera de decir, de contar, de quedarse callado y pinchar los discos, es una vaga pretensión de casilleros ausentes. La ubico como en el orificio de un panal. Tiene un futuro sabor a miel pero hueco, como un ladrillo a reponer.
Debe haber habido en mi casa de Cañuelas una siesta con su decir mancillado por mis pelotazos o ultrajado por los seres más perversos de mi mundo de muñecos.
Cuando supe de él y recibí los coletazos de aquella magia perdida, traté de recuperar el aliento y rescaté de la bruma pequeñas partículas.
No fui su oyente en su etapa de apogeo y me dolió su final desquiciado a expensas de dueños de jaulas precarias como Chiche Gelblung, Mauro Viale o las autoridades de Radio 10 que lo expusieron en un rincón subalterno de su zoológico como un ave exòtica y cansada.
Experiencias que agonizaron pronto y lo terminaron de convertir para los que no tuvieron siquiera mi inquietud en un atado de ropa ilustre demasiado ajetreada que se arrastraba como un saco de basura cualquiera por las esquinas más sórdidas.
Ahí me dolió como duelen las injusticias que se perpetran con tesoros difuminados de nuestra memoria débil. Con un sabor rancio, postergado, con una distancia sin indiferencia.
Para mí El Negro no es el Peruano Parlanchín, el disc jockey, el lector, el difusor de Mary Trini en la cima del tomatazo o de Piazzolla como traficante de un elixir exclusivo. Para mí es "A solas", su ciclo de entrevistas en las medianoches de Canal 9.
Sus preguntas, su retórica, sus miradas cargadas de acuosas requisitorias y sus silencios profundos, de a ratos incómodos y por momentos sublimes, regurgitados como notas insignes y prudentes de la gran sinfonía.
En esa penumbra su piel mate era parte de la escenografía, una atmósfera al frente de un programa donde sus entrevistados tiraban los intestinos sobre la mesa y se mostraban humanos, de estreno, inéditos.
"Un haz de luz dándole fisonomía exacta a la palabra, quién no tiene en su mente o en su corazón la compañía elegida para estar a solas..." Se le oía decir omnipresente sobre el fondo de títulos que también era parte del clima.
A esa oscuridad silenciosa fileteada por sus degustadas palabras, risas socarronas rugidas y las confesiones abismales de sus invitados la recupero en el panteón de los que no tengo deseos de omitir.
Al oyente frustado, a su vejez con la dignidad apedreada, a los pelafustanes que se presentaron misericordiosos para tenerlo acotado bajo su suela, a los que asistieron a su teatro vocal y a los que hipnotizó en las medianoches penumbrosas de Canal 9 nos dejó un poco más a solas de lo que ya estamos.
Actor y escritor entre otras muchas actividades, Roncoli publicó en Ediciones del Jilguero el agotado Instrucciones para embellecer el domingo y los "vendibles" Resaca de potrero y Canilleras en el alma, además de colaborar en las distintas entregas de La magia de la televisión argentina.
Por Daniel Roncoli
Fuente: www.deljilguero.com.ar
-------------------------------------------------
EL ARTE DE LA RADIO
Para quienes el nombre de Hugo Guerrero Marthineitz suena a cosa de otro tiempo, del todo carente de referencias personales, las modestas necrológicas que en estos días nos informaron de su muerte a los 86 años nada ayudarán a situarlo en el trono que supo ganarse en la historia de los medios. Quiero compartir con los lectores de Diagonales un perfil de Hugo Guerrero. Un perfil que dibujaré no con datos de archivo, sino con los recuerdos de aquel precoz oyente de radio que fui. Dejaré de lado al Marthineitz de la televisión, así como al tardío radiofonista de la canalla Radio 10.
Lo apodaban "El Peruano Parlanchín". Si bien él trabajó como nadie, hasta la exasperación, el silencio a micrófono abierto, sus extensos monólogos eran su firma, al lado de su plástico fraseo y ese tono castizo altoperuano que también admirábamos en Pedro Aníbal Mansilla. En efecto, Hugo Guerrero era parlanchín porque hablaba largo y tendido. A veces, su deriva nos aburría un poco, pero sacábamos paciencia de nuestro apetito musical a la espera de ese disco que él, sólo él, era capaz de elegir y difundir, distinguiéndose así por varios cuerpos de todos sus colegas. En definitiva, El Peruano era un hombre de la música. Sus increíbles puestas en escena radiofónicas tenían siempre una prima dona: la música popular.
En tiempos de la payola –así se llamaba la coima con la que las grandes discográficas compraban a los programadores musicales para afianzar su lugar en el mercado–, El Peruano fue el Llanero Solitario de la buena música. Vanidoso, le gustaba describir con detalle los fracasados intentos para corromperlo: esa caja de whisky importado, aquella colección de habanos cubanos, la promesa de un contrato algo turbio. Una risa cavernosa rubricaba la anécdota.
Pero que fuera un disc-jockey insobornable no significaba que fuera un elitista. Despojado de todo prejuicio en la materia, podía demorar su entusiasmo sobre una canción baladí o sobre alguna obra maestra. Así nos enseñaba a escuchar sin tapaderas ni restricciones, buscando perlas entre la basura y vida en la letra muerta de las enciclopedias. Para El Peruano, elegir un disco suponía una apuesta estética y ética. Un acto de militancia artística, podría decirse. Muchas veces, ese acto no tenía grandes consecuencias. E incluso podía ser insufrible, como cuando se obsesionó con "Argentino hasta la muerte", horrible canción de Roberto Rimoldi Fraga. Pero en ciertas ocasiones, la elección y la tenaz difusión incidían justicieramente en el destino de canciones que llegaría a ser clásicas. Fue lo que pasó con "Balada para un loco" de Piazzolla y Ferrer.
La balada había salido segunda en el Festival de la Canción porteña de 1969, polarizando a tradicionalistas y modernistas del tango. El Peruano estuvo semanas enteras haciendo rotar el disco en su programa El show del minuto por Radio Belgrano.
Una, dos, tres veces en una misma tarde. Fue así que la voz de Amelita Baltar se nos volvió tan familiar como las de nuestras madres y hermanas. El Peruano hablaba arriba del disco, recitado sobre recitado, como un fisgón de la música que no puede contener sus ansias de intervenir. Festejaba, aprobaba y recomendaba. Tenía autoridad para hacerlo. Y así convencía, dejando que la música pudiera hacer su trabajo de seducción sin el corsé de lo que hoy tan pomposamente llamamos "la agenda mediática".
Se dirá que eran otros tiempos de la radio. Que muchos locutores eran expertos en música. Que también rondaban por allí varios maestros del micrófono. Un Antonio Carrizo, por caso. Pero Antonio era voz de tango y folclore. Imbatible en lo suyo: un erudito. El Peruano, en cambio, se paseaba lo más campante por el ancho espectro de los géneros. Iba del bolero al jazz, del tango a la música pop. De la canción de tres minutos al solo de jazz de quince.
Jugaba con la sorpresa, y siempre ganaba. Y entre tema y tema leía cuentos para niños (sus "cuentos de grillito" nos deleitaban), poemas de autores clásicos y otras amenidades de la lengua. Así como ejercía una poderosa influencia en materia de consumo musical, no es exagerado afirmar que nuestro acercamiento a la ciencia ficción de Ray Bradbury tuvo bastante que ver con las lecturas que, frente a un micrófono dominaba soberanamente, El Peruano hizo de Crónicas marcianas. Otros le adjudican la revelación de Cortázar y Borges.
Había tardes que mantenía el suspenso hasta el final: ¿con qué se iba a despachar cinco minutos antes de entregar el estudio al conductor siguiente? Después de escucharlo era difícil seguir con la radio encendida.
Su programa era extenso y dejaba a los oyentes muy plenos. ¿Para qué más? Nadie sale de un teatro para meterse en otro.
Entonces la vida continuaba en el afuera de la radio, hasta el próximo encuentro. Hasta que alguien –uno mismo– volvía a "clavar la sintonía" allí donde la radiofonía se había convertido en una de las bellas artes.
Por Sergio Pujol
Fuente: Diagonales
Más información: www.deljilguero.com.ar
El locutor peruano Hugo Guerrero Marthineitz murió en Buenos Aires, a los 86 años.
Recordado por programas como A solas y Splendid show , Guerrero Marthineitz está considerado como uno de los locutores más improtantes de la radiofonía argentina.
Había iniciado su carrera en su Perú natal. Tras haber trabajado en Chile y Uruguay, se afincó en Buenos Aires, donde se convirtió en un locutor famoso y admirado por su particular voz grave y, especialmente, por su risa.
En julio, el "Peruano Parlanchín" había sido internado en un neuropsiquiátrico de Belgrano, en delicado estado de salud y con muy poco peso.
En sus últimos años, Guerrero Marthineitz había vivido con muy pocos ingresos y gracias a la ayuda económica de sus tres hijos.
Allegados al locutor, informaron que no se realizará velorio y que sus restos serán enterrados mañana a las 10.15 en el Cementerio de La Chacarita.
Algunas de sus frases célebres
-"Durante los 28 años que llevo de tareas radiofónicas, muchos de mis comentarios, que han sido sistemáticamente controlados por mí, sumamente controlados sin llegar a la autocensura, han caído mal a las autoridades pertinentes" (1983).
-"La última oferta que tuve para hacer un programa fue con la condición de que yo buscara los anunciantes. Me he cansado de llamar por teléfono" (2000).
-"Yo soy un loco de mierda que habla solo ante un micrófono. Fui y sigo siendo un mediocre que da examen todos los días" (2008).
-"Creo que hay que valerse de todos los medios multitudinarios de comunicación - rechazo la palabra masiva, que encuentro ofensiva y agraviante- para ayudar a comunicarse a la gente" (1977).
-"La TV se autoreprimió los primeros planos debido a un ridículo respeto hacia las arrugas de los artistas" (1982).
-"En nuestro mediocre medio televisivo todos son fracasados aunque sean estrellas, todos empezaron alguna carrera que hubieran deseado terminar. Yo estoy orgulloso de no tener ni la primaria completa" (1989).
-"¿Hasta cuándo vamos a seguir esquilmando la atención que nos dispensan quienes oyen radio, quienes miran televisión?" (1986)
-"Creo que no soy más agresivo que el que trata de difundir su bondad" (1977).
-"Hoy no tengo trabajo y llegué a dormir diez noches en la calle por el dinero que me deben" (2010).
-"Yo no soy una empresa. Soy un individuo que piensa... pero ojo, no sé si existo" (2007).-"Ser independiente en la Argentina es un peligro público. No hay nada que nos moleste más que ser independientes" (1988).
-"El atractivo de las ciudades es la ingratitud de la gente. No somos civilizados, somos humanos" (2007).
-"El mal de América Latina son los tres militares de turno que ponen en constante peligro a los gobiernos elegidos por el pueblo y que actúan apoyados por inescrupulosos civiles" (1982).
-"La clase media argentina fue una invención anticomunista" (2000).
-"Sería ególatra de mi parte si yo dijera que el gobierno no me respeta, porque el gobierno no respeta a nadie y es por eso que la gente se muere de hambre en las regiones más ricas de este país". (2008).
-"Recién ahora recuerdan que los indígenas son ciudadanos argentinos" (2009).
Fuente: diario "La Nación"
Más información: www.lanacion.com.ar
-------------------------------------------------
NEGRO SILENCIO
Se desdibuja en una radio improbable, escuchada de lejos, la voz del Negro Guerrero Marthineitz.
Sin contornos y sin formas, su manera de decir, de contar, de quedarse callado y pinchar los discos, es una vaga pretensión de casilleros ausentes. La ubico como en el orificio de un panal. Tiene un futuro sabor a miel pero hueco, como un ladrillo a reponer.
Debe haber habido en mi casa de Cañuelas una siesta con su decir mancillado por mis pelotazos o ultrajado por los seres más perversos de mi mundo de muñecos.
Cuando supe de él y recibí los coletazos de aquella magia perdida, traté de recuperar el aliento y rescaté de la bruma pequeñas partículas.
No fui su oyente en su etapa de apogeo y me dolió su final desquiciado a expensas de dueños de jaulas precarias como Chiche Gelblung, Mauro Viale o las autoridades de Radio 10 que lo expusieron en un rincón subalterno de su zoológico como un ave exòtica y cansada.
Experiencias que agonizaron pronto y lo terminaron de convertir para los que no tuvieron siquiera mi inquietud en un atado de ropa ilustre demasiado ajetreada que se arrastraba como un saco de basura cualquiera por las esquinas más sórdidas.
Ahí me dolió como duelen las injusticias que se perpetran con tesoros difuminados de nuestra memoria débil. Con un sabor rancio, postergado, con una distancia sin indiferencia.
Para mí El Negro no es el Peruano Parlanchín, el disc jockey, el lector, el difusor de Mary Trini en la cima del tomatazo o de Piazzolla como traficante de un elixir exclusivo. Para mí es "A solas", su ciclo de entrevistas en las medianoches de Canal 9.
Sus preguntas, su retórica, sus miradas cargadas de acuosas requisitorias y sus silencios profundos, de a ratos incómodos y por momentos sublimes, regurgitados como notas insignes y prudentes de la gran sinfonía.
En esa penumbra su piel mate era parte de la escenografía, una atmósfera al frente de un programa donde sus entrevistados tiraban los intestinos sobre la mesa y se mostraban humanos, de estreno, inéditos.
"Un haz de luz dándole fisonomía exacta a la palabra, quién no tiene en su mente o en su corazón la compañía elegida para estar a solas..." Se le oía decir omnipresente sobre el fondo de títulos que también era parte del clima.
A esa oscuridad silenciosa fileteada por sus degustadas palabras, risas socarronas rugidas y las confesiones abismales de sus invitados la recupero en el panteón de los que no tengo deseos de omitir.
Al oyente frustado, a su vejez con la dignidad apedreada, a los pelafustanes que se presentaron misericordiosos para tenerlo acotado bajo su suela, a los que asistieron a su teatro vocal y a los que hipnotizó en las medianoches penumbrosas de Canal 9 nos dejó un poco más a solas de lo que ya estamos.
Actor y escritor entre otras muchas actividades, Roncoli publicó en Ediciones del Jilguero el agotado Instrucciones para embellecer el domingo y los "vendibles" Resaca de potrero y Canilleras en el alma, además de colaborar en las distintas entregas de La magia de la televisión argentina.
Por Daniel Roncoli
Fuente: www.deljilguero.com.ar
-------------------------------------------------
EL ARTE DE LA RADIO
Para quienes el nombre de Hugo Guerrero Marthineitz suena a cosa de otro tiempo, del todo carente de referencias personales, las modestas necrológicas que en estos días nos informaron de su muerte a los 86 años nada ayudarán a situarlo en el trono que supo ganarse en la historia de los medios. Quiero compartir con los lectores de Diagonales un perfil de Hugo Guerrero. Un perfil que dibujaré no con datos de archivo, sino con los recuerdos de aquel precoz oyente de radio que fui. Dejaré de lado al Marthineitz de la televisión, así como al tardío radiofonista de la canalla Radio 10.
Lo apodaban "El Peruano Parlanchín". Si bien él trabajó como nadie, hasta la exasperación, el silencio a micrófono abierto, sus extensos monólogos eran su firma, al lado de su plástico fraseo y ese tono castizo altoperuano que también admirábamos en Pedro Aníbal Mansilla. En efecto, Hugo Guerrero era parlanchín porque hablaba largo y tendido. A veces, su deriva nos aburría un poco, pero sacábamos paciencia de nuestro apetito musical a la espera de ese disco que él, sólo él, era capaz de elegir y difundir, distinguiéndose así por varios cuerpos de todos sus colegas. En definitiva, El Peruano era un hombre de la música. Sus increíbles puestas en escena radiofónicas tenían siempre una prima dona: la música popular.
En tiempos de la payola –así se llamaba la coima con la que las grandes discográficas compraban a los programadores musicales para afianzar su lugar en el mercado–, El Peruano fue el Llanero Solitario de la buena música. Vanidoso, le gustaba describir con detalle los fracasados intentos para corromperlo: esa caja de whisky importado, aquella colección de habanos cubanos, la promesa de un contrato algo turbio. Una risa cavernosa rubricaba la anécdota.
Pero que fuera un disc-jockey insobornable no significaba que fuera un elitista. Despojado de todo prejuicio en la materia, podía demorar su entusiasmo sobre una canción baladí o sobre alguna obra maestra. Así nos enseñaba a escuchar sin tapaderas ni restricciones, buscando perlas entre la basura y vida en la letra muerta de las enciclopedias. Para El Peruano, elegir un disco suponía una apuesta estética y ética. Un acto de militancia artística, podría decirse. Muchas veces, ese acto no tenía grandes consecuencias. E incluso podía ser insufrible, como cuando se obsesionó con "Argentino hasta la muerte", horrible canción de Roberto Rimoldi Fraga. Pero en ciertas ocasiones, la elección y la tenaz difusión incidían justicieramente en el destino de canciones que llegaría a ser clásicas. Fue lo que pasó con "Balada para un loco" de Piazzolla y Ferrer.
La balada había salido segunda en el Festival de la Canción porteña de 1969, polarizando a tradicionalistas y modernistas del tango. El Peruano estuvo semanas enteras haciendo rotar el disco en su programa El show del minuto por Radio Belgrano.
Una, dos, tres veces en una misma tarde. Fue así que la voz de Amelita Baltar se nos volvió tan familiar como las de nuestras madres y hermanas. El Peruano hablaba arriba del disco, recitado sobre recitado, como un fisgón de la música que no puede contener sus ansias de intervenir. Festejaba, aprobaba y recomendaba. Tenía autoridad para hacerlo. Y así convencía, dejando que la música pudiera hacer su trabajo de seducción sin el corsé de lo que hoy tan pomposamente llamamos "la agenda mediática".
Se dirá que eran otros tiempos de la radio. Que muchos locutores eran expertos en música. Que también rondaban por allí varios maestros del micrófono. Un Antonio Carrizo, por caso. Pero Antonio era voz de tango y folclore. Imbatible en lo suyo: un erudito. El Peruano, en cambio, se paseaba lo más campante por el ancho espectro de los géneros. Iba del bolero al jazz, del tango a la música pop. De la canción de tres minutos al solo de jazz de quince.
Jugaba con la sorpresa, y siempre ganaba. Y entre tema y tema leía cuentos para niños (sus "cuentos de grillito" nos deleitaban), poemas de autores clásicos y otras amenidades de la lengua. Así como ejercía una poderosa influencia en materia de consumo musical, no es exagerado afirmar que nuestro acercamiento a la ciencia ficción de Ray Bradbury tuvo bastante que ver con las lecturas que, frente a un micrófono dominaba soberanamente, El Peruano hizo de Crónicas marcianas. Otros le adjudican la revelación de Cortázar y Borges.
Había tardes que mantenía el suspenso hasta el final: ¿con qué se iba a despachar cinco minutos antes de entregar el estudio al conductor siguiente? Después de escucharlo era difícil seguir con la radio encendida.
Su programa era extenso y dejaba a los oyentes muy plenos. ¿Para qué más? Nadie sale de un teatro para meterse en otro.
Entonces la vida continuaba en el afuera de la radio, hasta el próximo encuentro. Hasta que alguien –uno mismo– volvía a "clavar la sintonía" allí donde la radiofonía se había convertido en una de las bellas artes.
Por Sergio Pujol
Fuente: Diagonales
Más información: www.deljilguero.com.ar
0 comentarios:
Publicar un comentario